¡Que levante la mano quien no haya procrastinado alguna vez o muchas! Procrastinación: del latín procrastinare (pro, adelante, y crastinus, mañana), postergación o posposición. Acción o hábito de retrasar actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras situaciones más irrelevantes o agradables por miedo o pereza a afrontarlas. Esta es la definición con la que nos ilustra la Wikipedia acerca de la procrastinación. Difícil tarea evitarla. Mis felicitaciones para aquellos que son capaces de gestionarla y mantenerla a raya.
El acto de procrastinar es un clásico, lejos de derivarse de la tecnología y sus distractores, se remonta a la antigüedad, donde griegos y romanos escribieron sobre sus efectos. Incluso hoy en día conservamos refranes populares tan categóricos como “No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy”.
El hábito de procrastinar resta energía y tiempo y suma ansiedad a ese último momento en el que sí o sí, hay que abordar el asunto. Veamos un ejemplo gráfico para entender el recorrido de la procrastinación:
Los científicos que han estudiado a fondo la procrastinación han deducido que este comportamiento en los procrastinadores se debe a que creen que el día de mañana será más apropiado para llevar a cabo la acción planeada. También han evidenciado que la tendencia a procrastinar se reduce si la tarea a desempeñar se plantea de manera específica y en fragmentos muy concretos.
El procrastinador suele experimentar cuatro fases:
- Incomodidad por la tarea a realizar.
- Distracción a través de otros estímulos placenteros.
- Justificación para eludir la responsabilidad.
- Sensación de culpa por la falta de autodisciplina.
Uno de los factores que fomenta la procrastinación tiene que ver con el deadline. En ocasiones está ausente, poco definido o muy lejano en el tiempo.
Las siguientes recomendaciones pueden ayudarte a minimizar la procrastinación y animarte a instaurar nuevos hábitos para aumentar tu rendimiento:
- Si le has asignado a tu asunto pendiente un término similar a: marrón, tormento, tarea de chinos, despropósito, etc., sustitúyelo por otro más neutro (proyecto, objetivo, plan, meta…), le quitarás peso emocional. Las palabras tienen un efecto muy poderoso en la mente.
- Define un plazo concreto para la finalización del proyecto/asunto (hora, día, mes, año).
- Divide tu objetivo/proyecto/asunto en pequeños hitos diarios digeribles. De esta manera sabrás qué hacer, cuándo hacerlo y cuál es su viabilidad.
- Recompénsate por los hitos diarios conseguidos relacionados con tu plan.
- Elimina las distracciones. La mente es adicta al placer y sabemos que buscará satisfacer esa necesidad mediante estímulos que le supongan poco esfuerzo.
- Reprograma tu mente para que asocie placer con actividades productivas. Para ello, visualiza los beneficios y la sensación de satisfacción que te reportará la consecución de tu objetivo.
- Practica la regla 5, 4, 3, 2, 1. Es muy sencilla a la vez que efectiva. Cuando pienses en esa tarea pendiente que no te apetece hacer, cuenta regresivamente del 5 al 1 y ponte en marcha. Por ejemplo, imagina que tienes que redactar parte de un informe como hito del día, y has pensado levantarte veinte minutos antes para llevarlo a cabo. En el instante que suena el despertador esa mañana, tu mente te dice: “con lo a gusto estoy… mejor mañana”. En ese momento, empieza la cuenta atrás… 5, 4, 3, 2, 1 y antes de que termines de decir uno, te levantas y vences a tu procrastinador.
El secreto para terminar es simplemente empezar ¿Te animas?
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Carmen Celemín
Coach Ejecutiva & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach