El día que descubrí el para qué de mis valores personales y aprendí a interactuar con ellos, además de subir un peldaño de la extensa escalera del autoconocimiento, entendí el verdadero sentido de la coherencia interna. Antes, hasta donde mi entender llegaba, los valores humanos servían para desarrollar virtudes que, empleadas asiduamente nos hacían sentir bien con nosotros y nuestro entorno. Hasta ahí todo correcto, y me sentía tranquila porque cumplía el requisito principal ¡tengo principios! Sí, contaba con la materia prima pero no sabía cómo utilizarla eficazmente para construir relaciones más edificantes, tomar mejores decisiones, elegir proyectos que me satisficieran o desarrollar una comunicación más efectiva.
El punto de partida de esta revelación se produjo cuando identifiqué mis tres valores principales dentro de una lista interminable, tras hacer un ejercicio eliminatorio mediante preguntas. Cuando lo terminé, me di cuenta de que esos tres valores que permanecieron firmes son mi motor en la vida y necesito estar alineada con ellos en todo lo que emprendo.
Los valores son dinámicos y van cambiando según las etapas de cada persona, mejor dicho, somos las personas las que dinamizamos o transmutamos los valores a través de nuestra transformación y experiencias de vida. Por eso es interesante revisar cada cierto tiempo qué valores son los que nos están impulsando. Quizá haya sorpresa al ver que aquellos que en otro momento eran imprescindibles, actualmente ya no gozan de nuestra fidelidad.
Volviendo a la anteriormente mencionada coherencia interna, cuando estamos desalineados con nuestros valores principales fácilmente podemos caer en estados de incongruencia que tienen como resultado la insatisfacción, costándonos un triunfo detectar qué nos está pasando cuando aparentemente todo funciona. Pondré un ejemplo para que se entienda. Imaginemos que tu valor principal es la libertad y habitualmente la tienes presente porque te estimula y te guía, pero un buen día empiezas a tomar decisiones excluyendo este principio, ej.: asumes un proyecto que implica una inversión indefinida de tiempo, renuncias a un rol independiente por otro suculento pero restringido, interactúas con tu equipo oyéndolo pero no escuchándolo, limitas tus saltos geográficos, reprimes tus emociones o callas aquello que necesitas soltar. ¿Dónde cabe la libertad en estas decisiones? Cuando esto ocurre y se repite asiduamente, te has quedado fuera de tu línea de coherencia, donde lo que piensas, lo que dices, lo que sientes y lo que haces debe estar en consonancia.
Otro ejemplo ilustrativo: una persona honesta hasta la médula trabaja de comercial ofreciendo un producto de imitación y defendiéndolo como original. Veamos dónde se rompe su línea de coherencia:
- Pensamiento: no me lo creo, pero tengo que hacerlo.
- Expresión: ¡por supuesto es original!
- Pensamiento: estoy engañando.
- Sensación: desazón.
- Acción: persona honesta realiza venta engañosa.
En este caso, esta persona igualmente tendrá un conflicto interno por no haber sido fiel a su principio vital. Los motivos de desconexión son variados, puede que por agradar a otros o por autoconvencimiento de que esas elecciones son las más adecuadas. Normalmente la disociación se produce de manera inconsciente, por eso es importante tomar conciencia y reconectarnos con nuestros valores principales para que lo que pensemos, digamos, sintamos y hagamos tenga congruencia.
Es cierto que a veces sopesando una decisión, tiene más peso otro valor al que le otorgamos prioridad puntual aunque no vibremos con él. Siendo así, lo ideal es buscar el para qué de esa decisión y conectarlo con, al menos, uno de los valores principales. Así reducimos el trance que emocionalmente ocasiona la renuncia a nuestros principios.
Para tomar las mejores decisiones en nuestro ámbito profesional es necesario que conozcamos nuestros valores principales y los usemos como una brújula. Los valores personales son un pilar importante dentro del liderazgo consciente. Por eso, como líder y responsable que eres, te invito a que te sumes a esta práctica de coherencia interna y la traslades a tu equipo para conseguir un buen PESA (pensamiento, expresión, sentimiento y acción) alineado a los valores individuales y colectivos.
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Carmen Celemín
Coach Ejecutiva & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach