Aunque parezca lo contrario, expresamos mucho más a través del lenguaje no verbal que con las propias palabras. Más del 90% de la comunicación la reproducimos con el cuerpo. Cualquier gesto o movimiento tiene significado y es verdaderamente útil saber interpretar sus mensajes. El cuerpo habla de emociones, personalidad, estatus, motivaciones, contenciones, patologías… Me atrevo a decir que se podría definir el perfil de una persona solo con observar su comunicación no verbal.
Remontarnos al cine mudo sirve como ejemplo para ilustrar la virtud de la comunicación corporal. En estas películas, los gestos y movimientos de los actores eran los protagonistas de cada secuencia. El espectador era capaz de seguir el guion e introducirse en la trama hasta el punto de llegar a llorar, reír o estremecerse sin necesidad de escuchar palabra alguna. De hecho, el propio silencio es un poderoso elemento comunicativo, reflector de diferentes lecturas dependiendo del contexto. Además, goza de una posición privilegiada en la práctica de la escucha activa, importantísima para percibir con los ojos el más mínimo detalle de lo que se dice, y, sobre todo, de lo que no se dice pero se cuenta con el cuerpo.
Todos somos conscientes de que el cuerpo comunica, por eso es tan habitual sentir miedo a hablar en público. Notar esa sensación de estar expuesto y desprotegido pone en marcha mecanismos fisiológicos como: sudoración, sequedad de boca, alteración de la frecuencia cardíaca, escalofríos, etc., además de impulsar gestos o movimientos inconscientes, generados para autoprotegerse, como, por ejemplo, pasarse la mano por la boca o elevar los brazos hacia el pecho para rebotar los juicios que imaginamos como un ataque. Es curioso encontrar actores brillantes en lo que a interpretación se refiere, pero esquivos e inseguros abordando entrevistas personales.
El lenguaje no verbal engloba, además del lenguaje corporal, la paralingüística (tono, volumen, inflexión de la voz…), las señales proxémicas, relacionadas con el espacio y distancia en las conversaciones, la mirada, la estética y, la señal que no puede faltar por su impacto es la háptica, cuyo protagonista es el tacto, vinculado en este caso con la forma de tocar y utilizado estratégicamente en política para dejar huella en el inconsciente colectivo.
En el entorno laboral igualmente es muy útil saber interpretar el lenguaje no verbal, ya que enfatiza las palabras y muchas veces es el mejor instrumento para lanzar una idea. Aunque la intensidad en el lenguaje no verbal es diferente en cada persona y hay que armarse de buenas dosis de observación, es una habilidad fascinante para quien la desarrolla en el puesto de trabajo, especialmente en actividades relacionadas con el liderazgo y la gestión de equipos.
Hacer lecturas de lenguaje no verbal es una de las habilidades del líder coach. Cuando interactúa con las personas de su equipo, ya sea individual o grupalmente, además de lanzar preguntas poderosas y dejar espacio a través del silencio para que el colaborador se manifieste, practica la escucha activa en toda su amplitud, lo que implica escuchar con los cinco sentidos para captar todas las formas de expresión que su interlocutor utiliza.
Desarrollar la capacidad de interpretación del lenguaje no verbal ampliará tu abanico de soft skills y te ayudará a sumar autoconocimiento. En un próximo post te acercaré a los diferentes códigos de lenguaje no verbal para proporcionar más recursos sobre el tema.
Mientras tanto, recuerda… “Una imagen vale más que mil palabras”.
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Carmen Celemín
Coach ejecutivo & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach