Después de acompañar durante bastante tiempo a líderes y a empresarios en el proceso de ejercer autoridad frente a su equipo, he observado que uno de los mayores retos con los que se encuentran para hacerlo, es el buen uso de su inteligencia emocional.

Cuando uno de nuestros últimos clientes nos contrató, su departamento se estaba quedando cada vez más rezagado en la empresa.  Su equipo estaba nervioso y su familia preocupada al verle cada vez más distante y malhumorado.  Al comenzar el proceso de coaching, en la primera sesión, comentó que le costaba entender que, cuando no había tenido nadie a su cargo, siempre había cumplido con los objetivos marcados; sin embargo, ahora que disponía de un equipo de personas, no lograba que el trabajo saliese a tiempo y que estuviera a la altura de las exigencias de la empresa.  Después de un par de sesiones, descubrió que su incapacidad para contar con la colaboración de su gente era lo que realmente estaba frenando a su departamento; ya que no conseguía llegar a sus colaboradores para transmitirles lo que deseaba obtener de ellos, ni motivarles para que lo llevaran a cabo.

Después de esta toma de conciencia tan importante por su parte, dedicamos varias sesiones más a explorar aspectos que le ayudasen a descubrir por dónde estaba «haciendo aguas» su inteligencia emocional con el fin de comenzar el camino hacia su fortalecimiento.

Los aspectos fueron los siguientes:

  • Autocontrol: Le sirvió para explorar la capacidad de la que disponía para regular su conducta, su estado anímico y sus sentimientos.  Entendió que controlarse no es lo mismo que reprimirse y que no tener autocontrol significa mostrar espontáneamente lo que sientes con independencia de dónde te encuentres y de quiénes te acompañen. El verdadero autocontrol gestiona los arrebatos, la manera de demostrar qué sientes y la de expresar tus emociones en aquellos entornos en los que sea beneficioso para la persona que lo hace y para quienes están alrededor.
  • Reconocimiento de emociones: A través de este aspecto descubrió en él una capacidad para identificar sentimientos personales y también para percibir y tener en consideración las emociones de otros.  No sólo le resultaba fácil saber distinguir las  diferentes emociones, sino también la intensidad de las mismas.

Sopesó el valor que tiene pararte a identificar lo que sienten tus colaboradores, porque, de esta forma, éstos te perciben como una persona cercana en la que se puede confiar.  Este aspecto resultó ser imprescindible para que él, como líder, pudiera influir positivamente en su equipo.

  • Expresión de emociones: A través de este aspecto exploró su dificultad de expresar sus emociones, con total naturalidad y a tiempo. Explotar cuando no viene a cuento te impide ofrecer una imagen de seguridad, equilibrio y fiabilidad personal que, sin ninguna duda, invitaría a tu equipo también a confiar en ti.
  • Autoestima y capacidad de motivación: Con este aspecto demostró que tenía una buena capacidad de motivación y una gran facilidad para establecer metas y alcanzarlas.  También descubrió que tenía confianza en sí mismo y sabía que podía dar mucho a otras personas porque, simplemente, tenía mucho para dar.  Si te valoras y te respetas, te harás valorar y respetar por tu equipo.
  • Empatía y adaptación social:  Si quería ser un líder empático y desarrollar su capacidad de adaptación social, no podía esperar a que las circunstancias cambiaran para que su departamento funcionase mejor y sus colaboradores realizaran su trabajo de manera más efectiva.  Los cambios se inician en uno mismo. El éxito va siempre desde dentro hacia fuera y no al revés.  El primer paso que tenía que dar era escuchar las opiniones de sus colaboradores y sus distintas formas de trabajar.

Después de un proceso de coaching de varios meses, en la sesión de cierre, el cliente estaba muy sorprendido de los cambios que había experimentado en la forma de relacionarse con su equipo.  Ya no era un jefe que ignorase la manera de hacer buen uso de su inteligencia emocional, sino que había hecho de ésta la piedra angular de su trabajo en equipo, para convertirse en el líder del siglo XXI que, cada vez más, demandan las empresas.

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Rosa Cañamero
Socia Directora-Execoach
Coach Ejecutivo PCC