“¿Soy una líder auténtica o encubierta? No tengo claro si mi liderazgo es natural o impostado. Desde pequeña escuché tantas veces “tiene madera de líder” que me lo creí. Y me puse manos a la obra, primero como delegada de clase durante varios cursos y más tarde como portavoz de grupos, influencer, floor manager, hasta mi actual puesto de directiva. He estado codo a codo con infinidad de seguidores, colaboradores, representados, y he hecho frente a multitud de circunstancias y emociones. Compañía de viaje lo llamo. Sin embargo, ahora veo claro que no era yo quien decidía o quien tomaba las riendas, era alguien con autoridad y sentencia, un mal compañero, el peor diría. El miedo.”
Estas reflexiones las compartía una coachee hace poco en una sesión y, conociendo la expectación que genera la observación del miedo, me ha parecido interesante desarrollar en este post diferentes enfoques del miedo.
Ya sabemos que el miedo es una emoción generada a través de un acontecimiento real o imaginario, en el segundo caso, el origen es un pensamiento. Ante un suceso real de peligro, se activarán mecanismos biológicos que nos prepararán para el ataque, la huida o incluso la parálisis. Ahora bien, ¿qué pasa cuando el miedo proviene de un pensamiento? En primera instancia, nos encontramos ante una creencia limitante, por lo tanto, la activación de ese miedo es baldía y lo imaginado probablemente no pasará.
El miedo irracional genera la misma emoción que el real y dispara la misma bioquímica interna. Mantenido en el tiempo, elevará los niveles de cortisol (hormona del estrés) y puede llegar a ocasionar una alteración endocrina, con efectos muy negativos en las funciones de las células de todo el cuerpo.
Aunque el miedo es una respuesta protectora en situaciones de peligro legítimo, el miedo ilusorio nos limita para avanzar en la vida y especialmente en el ejercicio del liderazgo:
- Limita la experiencia y el crecimiento personal, ya que impide que se exploren nuevas oportunidades, se afronten desafíos o se profundice en lo desconocido. Esto coarta la capacidad de aprender, crecer y desarrollarse en diferentes áreas de la vida.
- Condiciona la libertad. Cuando el miedo irracional te domina, sueles evitar actividades y situaciones cuya experiencia completa enriquece y gratifica.
- Genera estrés y ansiedad. Preocuparse constantemente por amenazas irreales afecta mental y físicamente, manifestándose en forma de insomnio, problemas digestivos, tensión muscular y otros síntomas relacionados con el estrés.
- Dificulta la toma de decisiones racionales y lógicas. Cuando el miedo infundado nos invade, evitamos entrar en acción, ocasionando pérdida de oportunidades y estancamiento profesional y personal.
- Impacta en las relaciones interpersonales, llegando a generar desconfianza y distanciamiento. Si el miedo ilusorio te domina, dificultará tu destreza para establecer y mantener relaciones sólidas, ya que el miedo interfiere en la conexión emocional.
¿Si tengo miedo soy cobarde?
El miedo es una emoción natural y común que todos experimentamos en diferentes situaciones. Es una respuesta emocional ante una percepción de amenaza o riesgo. El miedo puede ser útil, ya que nos alerta sobre posibles peligros y nos prepara para enfrentarlos o evitarlos. Es una respuesta instintiva y no implica cobardía.
Es importante tener en cuenta que todos experimentamos el miedo en algún momento, pero es cómo enfrentamos ese miedo lo que determina si actuamos con valentía o cobardía.
El miedo como fortaleza
Si bien el miedo generalmente se percibe como una debilidad, también hay que considerarlo como una fortaleza cuando se maneja de manera adecuada. Veamos algunas formas en las que el miedo puede convertirse en una fortaleza:
- Alerta y precaución: El miedo puede ser una señal de alerta que nos indica la presencia de un posible peligro. Nos mantiene alerta y nos impulsa a tomar precauciones y medidas de autoprotección. Al estar conscientes de nuestros miedos y escuchar nuestras intuiciones, podemos evitar situaciones de riesgo y tomar decisiones más informadas y prudentes.
- Motivación para la superación personal: El miedo puede ser un motor para el crecimiento y la superación personal. Cuando nos enfrentamos a nuestros miedos, nos desafiamos a nosotros mismos y nos motivamos para superar obstáculos. Superar miedos conduce a un aumento de la confianza en uno mismo y a un sentido de logro personal.
- Estímulo para la preparación: El miedo puede motivarnos a prepararnos adecuadamente y adquirir las habilidades y conocimientos necesarios para enfrentar situaciones temidas. Puede actuar como catalizador en la búsqueda de habilidades y desarrollo personal. Esta preparación proporciona una mayor sensación de seguridad y confianza para abordar nuestras inquietudes.
- Desarrollo de resiliencia: Enfrentar y superar el miedo fortalece nuestra resiliencia emocional y mental. A medida que enfrentamos situaciones desafiantes y superamos nuestros miedos, aprendemos a adaptarnos y recuperarnos más fácilmente de las adversidades. La resiliencia nos ayuda a afrontar futuros desafíos con mayor confianza y determinación.
- Fomento de la empatía: El miedo puede ayudarnos a comprender mejor los miedos y preocupaciones de los demás. Al experimentar nuestros propios miedos, desarrollamos empatía hacia las experiencias y temores de los demás. Esto nos permite ser más comprensivos y solidarios en nuestras interacciones, fortaleciendo nuestras relaciones personales y profesionales.
- Impulso para la innovación y el cambio: El miedo puede ser una fuerza impulsora para buscar soluciones creativas y explorar nuevas ideas. Cuando enfrentamos miedos relacionados con el cambio, la incertidumbre o la innovación, nos motivamos para buscar nuevas formas de abordar problemas y encontrar oportunidades. El miedo nos impulsa a salir de nuestra zona de confort y buscar el crecimiento y la mejora continua.
En resumen, el miedo puede ser una fortaleza cuando se reconoce, se enfrenta y se canaliza adecuadamente. Al aprovechar el miedo como una señal y una motivación para el crecimiento personal, podemos convertirlo en una fuerza impulsora que nos permita superar obstáculos y alcanzar nuestros objetivos.
“Nuestro mayor miedo no es que no encajemos, nuestro mayor miedo es que tenemos una fuerza desmesurada. Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que más nos asusta. Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor. Todos deberíamos brillar como hacen los niños. No es cosa de unos pocos, sino de todos, y al dejar brillar nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otros para hacer lo mismo. Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia libera automáticamente a otros.” Film: Coach Carter.
¿Te ha interesado este artículo? Síguenos en @Execoach Y apúntate a nuestra Newsletter mensual para recibir artículos prácticos para tu desarrollo profesional.
Carmen Celemín
Coach ejecutivo & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach