En los últimos tres años hemos observado como han aumentado las peticiones que nos llegan por parte de las organizaciones -tanto en servicios de formación como de coaching-, enfocadas en el deseo de generar en sus líderes las competencias necesarias para desarrollar a sus equipos a través de la gestión de las emociones, propias y ajenas.

Vemos así como las empresas se han dado cuenta de que las inteligencias tanto emocional como social, se están convirtiendo en competencias fundamentales para el desarrollo del liderazgo y también de la conveniencia de que estén cada vez más presente en el resto de los profesionales.

Uno de mis clientes de coaching me comentaba la semana pasada que tenía la costumbre de gritar y amenazar a su hija de siete años cuando ella no le obedecía. A veces le decía que iba a cancelar su fiesta de cumpleaños cuando ella no se quería bañar antes de la cena, aún a sabiendas de que no lo iba a cumplir. La niña terminaba por bañarse, pero él cada vez se sentía peor porque sabía que no era ésa la mejor manera de educar a un hijo. Tratando de explorar qué era lo que le impulsaba a comportarse así, le pregunté qué necesidad subyacía debajo de aquella actitud.  Tras un breve período de exploración mi cliente concluyó, que se trataba de una necesidad de ser respetado e igualmente le pasaba en su trabajo con sus compañeros, colaboradores y jefes.

Muchas personas necesitan sentir que los demás le respetan, sin saber que para que esto ocurra la solución no está en ejercer su autoridad a través de la imposición, sino en ser ellos mismos los primeros que se respeten. Si lo que queremos tener es el respeto, la valoración y el reconocimiento de las personas que nos rodean, tenemos que empezar por hacer un trabajo interior que nos encamine a valorarnos y respetarnos nosotros mismos.

Este trabajo comienza de una forma aparentemente sencilla en concepto, pero que no lo resulta tanto a la hora de ponerla en práctica. Nos empezaremos a respetar cuando incluyamos de manera habitual en nuestras vidas, y nos sintamos cómodos al hacerlo, dos de las declaraciones básicas:  “sí” y “no”.

Al decir “sí” a algo estamos ejerciendo nuestro derecho a elegir y esto implica estar preparados para asumir la responsabilidad y las consecuencias que tienen nuestras elecciones. Podremos equivocarnos pero si somos listos sabremos sacar el aprendizaje que nos ha brindado esta equivocación y aprovecharlo para seguir tomando decisiones y llevar la vida por el camino que nosotros queramos. Si nosotros no lo hacemos y dejamos que los demás decidan por nosotros, no llevaremos las riendas de nuestras vidas, y seremos seres débiles y vulnerables, dependientes de otros.

Decir “no” a otros supone, a veces, recibir el rechazo y la falta de aprobación de las personas que no lo acepten y que quizás decidan apartarse de nuestra vida. El precio de la libertad personal es alto y hay que estar muy seguro de uno mismo, para no dejarse arrastrar y darle a los demás todo lo que esperan de nosotros.

Pero si decirle «no» a otros nos puede resultar complicado, más aún resulta, a veces, decírselo a uno mismo, a nuestras apetencias y a nuestros estados de ánimo limitantes.  Decirse «no» a uno mismo implica mucha fuerza de voluntad.

Aprender a utilizar de manera apropiada estas dos sencillas palabras en nuestras vidas, sin dejarnos arrastrar por las emociones que puedan generarnos, nos capacita para liderarnos a nosotros mismos, respetarnos y valorarnos y como consecuencia también para hacerlo con los equipos y las personas a nuestro cargo.

Si estás interesado en conocer estas técnicas, ponte en contacto con nosotros para más información.

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Rosa Cañamero

Socia directora Execoach