El concepto de poder se ha identificado tradicionalmente con personas o instituciones con autoridad para ejercer el poder sobre los demás. Si pensamos en una persona que tenga poder, seguro que nos vienen a la cabeza las personas que imponen su criterio a los demás, ordenan a otros a hacer cosas que no quieren hacer, presionan y finalmente consiguen convencer a los demás de que hagan lo que ellos desean o consideran lo correcto. A esto yo lo llamo «Poder sobre los demás» y no creo que sea auténtico poder. ¿Por qué? Porque estas personas aprovechan una posición o cargo determinado o incluso un temperamento agresivo, lo cual les da ese poder para actuar de manera tiránica y manipuladora. Es el caso de jefecillos mediocres, pseudo-directivos obsoletos, clientes crueles que se aprovechan para imponer unas condiciones injustas a su proveedor, o incluso padres que presionan y obligan a sus hijos a hacer cosas que no quieren.
Para la mayoría de la gente estas personas son poderosas e incluso admiradas. Pensemos en un CEO de una multinacional o el presidente de un país, creemos que son poderosos porque pueden utilizar su jerarquía para aplastar a los que están en una posición inferior. Sin embargo, esto no es tener poder verdadero, es aprovecharse de una condición determinada, y casi siempre temporal, con el fin de manipular a los demás y presionarles para que hagan lo que no quieren hacer, sino lo que el jefecillo o el cliente quieren. Es utilizar la intimidación y el miedo para conseguir lo que quieren. En definitiva, es una actitud cobarde. Además, significa que las personas que ejercen el «poder sobre los demás» no tienen habilidades de liderazgo e influencia, y por tanto, no les queda otro remedio que utilizar la jerarquía y su posición para conseguir de los demás lo que desean. O quizá otro motivo es que no quieren ejercer una influencia positiva porque es mucho más cómodo y rápido presionar y obligar a los demás.
Yo prefiero hablar del «poder con los demás» en lugar del «poder sobre los demás». Eso sí es auténtico poder, porque implica haber desarrollado una serie de habilidades clave en el mundo en el que vivimos, como la colaboración, el trabajo en equipo, la comunicación, el liderazgo y la influencia positiva. El poder con los demás nos demuestra que cuando colaboramos de forma generosa con otras personas en la búsqueda de una solución o la resolución de un problema, accedemos al máximo poder posible. La inteligencia colectiva es poderosa. Cuando buscamos la forma de conectar nuestro poder con el de otras personas, tomamos mejores decisiones, accedemos a una mayor capacidad creativa y sobre todo, ejercemos una influencia positiva que se basa en que ganamos todos, no sólo una persona, como en el caso del «poder sobre…»
El «poder con los demás», de todas formas, no es sencillo, porque requiere de nosotros determinadas renuncias que tienen que ver con el ego. Por ejemplo, renunciar a llevar la razón. Acostumbrados a que se nos valore por determinadas cualidades perversas como la seguridad, la soberbia y la capacidad de persuasión, el cambio mental que debemos hacer es muy desafiante, ya que apartamos todo eso para dejar espacio a la vulnerabilidad, la humildad y a lo que la filosofía Zen llama «mente de principiante», es decir, aceptar con normalidad que no sabemos muchas cosas y no por ello somos menos inteligentes. En todo caso, yo diría que es todo lo contrario. Considero a las personas que van por la vida creyendo que lo saben todo y tratando de convencerte siempre de que «tienen razón» unos totales ignorantes.
Tomemos la capacidad de persuasión, que siempre se ha considerado una habilidad positiva e importante. La persuasión tiene que ver con ser capaz de desarrollar argumentos y estrategias para convencer a los demás de que nuestros planteamientos son los correctos, de que nuestras ideas son las buenas, y que los demás, por supuesto, siempre están equivocados. Ser persuasivo implica la capacidad perversa de convencer a los demás de que hagan lo que no quieren, sino lo que quieres tú. Esto, en el siglo XXI, en un mundo VUCA, ha dejado de ser una habilidad positiva, sino más bien una forma de manipular a los demás que tarde o temprano tendrá consecuencias. Porque las personas no son tontas, y puede que las convenzamos de algo que no quieren hacer, pero habremos dejado una semilla negativa en su interior, ya que ante todo no hemos permitido que ejerzan su libertad, su capacidad para tomar decisiones de forma autónoma, una necesidad básica del ser humano.
La influencia positiva de ejercer el «poder con…» tiene que ver con la empatía, la inteligencia emocional y el liderazgo. Este es el auténtico poder, porque las personas estarán más dispuestas a escucharte, a colaborar contigo, a ayudarte, a ser más honestas contigo. Es decir, el «poder con los demás» es un auténtico empoderamiento que tiene que ver con conectar con los demás. Por el contrario, el «poder sobre los demás» pretende controlar a los demás en lugar de conectar, pretende imponer en lugar de buscar soluciones creativas que satisfagan las necesidades de ambas partes.
Para los que siguen aprovechándose de su posición, cargo, pretendida autoridad moral o una personalidad agresiva, les pido que abandonen, que lo dejen ya. Lo único que están consiguiendo es más violencia, más miedo y más resentimiento en el mundo. Además, tarde o temprano perderán esa posición o cargo que tienen, porque todo en esta vida es pasajero, impermanente como dijo Buda. Y en ese momento en que ya no tengan las herramientas para manipular y presionar a los demás, que no se sorprendan si se sienten solos, si nadie quiere acercarse a ellos, incluso si las personas más queridas y cercanas se muestran resentidas y actúan de forma cruel o distante con ellos. Ese es el veneno que han esparcido a lo largo de su vida ejerciendo el «poder sobre los demás» y en ese momento se tendrán que tomar su propio veneno.
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Javier Carril
Socio de Execoach
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