Desde tiempos inmemoriales nuestra forma de comunicación es multimodal. O lo que es lo mismo, nos hemos buscado las mañas para entender y ser entendidos mediante cualquier recurso, simple o peculiar, que haya simplificado el camino hacia un objetivo. De ahí que contemos con un extenso patrimonio de palabras y símbolos universales que enriquecen la forma de expresarnos.
Aunque en la actualidad disponemos de un sinfín de herramientas digitales para comunicarnos, como: notas de voz, vídeo, podcast y la tan atractiva realidad virtual del Metaverso, parece que la preferencia de interrelación sigue situándose en las experiencias sensoriales no artificiales. Es decir, nos sigue gustando el contacto con las personas y con ambientes que nos permitan hacer uso de los cinco sentidos.
El objetivo principal de la comunicación es facilitar la comprensión. Este propósito es prioridad para los líderes que están comprometidos con su organización y sus equipos. Entonces, si facilitamos la comprensión con la palabra y sabemos interpretarla ¿no deberíamos saber interpretar también el lenguaje emocional? Las emociones no tienen voz, pero tienen presencia y se muestran a través del lenguaje no verbal, a veces mediante gestos muy sutiles que pasan inadvertidos pero que contienen información valiosa.
Qué dice de ti tu lenguaje no verbal
Lo que expresas con tu cuerpo, tu paralingüística, proxémica, estética y háptica, habla de cómo negocias, cómo eres de confiable, si tienes capacidad de persuasión, inteligencia emocional, etc. También dice si mientes, si tienes miedo o estás nervioso.
Gestos que delatan la mentira
Es fácil que en algún momento se escape una mentira, puede que, por piedad, necesidad, miedo o maldad, pero en general, todos mentimos.
Cuando alguien miente, raramente mira a los ojos, tiende a esquivar la mirada, suele echarse hacia adelante o hacia atrás y va a tener una postura defensiva.
También puede aparecer el efecto “pinocho” o necesidad de rascarse la nariz. Esto tiene una conexión directa con el sistema nervioso que incide en un mayor bombeo de sangre, haciendo que puntualmente llegue a lugares inusuales, como en este caso, la nariz. Es cierto que casualmente te puede picar la nariz y no tiene mayor importancia, lo que resulta significativo de este gesto es observar el momento del contexto y en el conjunto de la conversación en el que aparece.
La mirada
Si quieres mostrarte confiable, amable, transparente y causar buena impresión, mira a los ojos de tu interlocutor. La mirada es el lenguaje del alma y expresa cualquier emoción que estés sintiendo en el momento de la interacción. También señala tus intenciones. El impacto de tu mirada en la conversación se reflejará en la actitud de tu oyente. Si te percibe honesto adoptará una postura abierta, relajada y sonriente, mientras que, si te percibe desconfiable, notarás como su cuerpo se tensa, se protege y se cierra. Es importante observar la reacción de tu interlocutor para adaptar tu mensaje en pro de una comunicación fluida y natural.
Gestos de rechazo
Cuando percibimos o mostramos rechazo solemos evitar el contacto visual, sonreímos forzadamente, presentamos resistencia al contacto físico (apretón de manos, palmada en la espalda, par de besos…), cruzamos los brazos y nos desplazamos hacia atrás. Si recibes esta información corporal de tu interlocutor, mejor que cambies tu táctica comunicativa, porque está claro que la persona con la que interactúas quiere salir corriendo.
Comportamientos no verbales que restan presencia
Aunque sea injusto, la gente nos trata como nos percibe y esto es porque sin darnos cuenta condicionamos las reacciones de nuestros interlocutores. Transmitir debilidad o inseguridad a través del lenguaje no verbal es caldo de cultivo para que los abusones aprovechen la coyuntura a la hora de negociar, trabajar en equipo o tomar decisiones. Evita estos comportamientos y trasladarás una imagen convincente y carismática:
- Sentarte en sitios poco visibles como esquinas, rincones y últimas filas.
- Encoger el volumen que ocupa tu cuerpo, ya sea de pie o sentado.
- Poner barreras delante de tu cuerpo con los brazos u objetos.
- Vestir habitualmente con un mismo color, en tonos oscuros y atrincherar el cuello con pañuelos o bufandas.
- Andar cabizbajo y con la espalda encorvada.
- Hablar con poca energía y sin acompañamiento de manos.
- Mostrar movimientos nerviosos como toquecitos de lápiz o repiqueteo pie-suelo.
- Sonreír por compromiso o timidez.
Todo buen líder que se precie debe saber comunicar para proyectar profesionalidad, seguridad y carisma. Un mensaje complementado con habilidades no verbales elevará la comprensión a nivel excelente.
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Carmen Celemín
Coach ejecutivo & Coordinadora de Proyectos
Instagram@carmencelemincoach